14 febrero, 2012

Los Sentimientos

Un Recipiente Más Grande


A la edad de los 95 años, Genpo Roshi, uno de los grandes maestros Zen de la época moderna, hablaba de la puerta sin puerta y señalaba que en realidad no hay puerta alguna por la que debamos pasar para darnos cuenta de lo que es nuestra vida. Sin embargo, decía, desde el punto de vista  de la práctica debemos pasar la puerta, la puerta de nuestra soberbia.
Cada uno de los que estamos aquí, desde que nos levantamos hemos enfrentado de un modo u otro nuestra soberbia. 
Para pasar por la puerta que no es la puerta tenemos que pasar la puerta de nuestra soberbia.


  Ahora bien, el enojo es el hijo de la soberbia. Por enojo quiero decir toda clase de frustraciones, incluyendo irritación, el resentimiento, los celos. Hablo tanto sobre el enojo y cómo trabajar con él porque entender cómo practicar con el enojo es comprender cómo acercarse a la puerta sin puerta.


En la vida diaria sabemos qué significa alejarnos de un problema. Por ejemplo, he observado a Laura mientras  dispone de un hermoso arreglo floral: mueve y cambia las flores,; luego, en cierto momento  retrocede un paso y mira el arreglo para ver lo que ha hecho y cómo se equilibra el conjunto. Si ustedes hacen una prenda de ropa, primero la cortan, empalman y cosen y finalmente se colocan frente al espejo para ver cómo luce. ¿Cuelga bien de los hombros? ¿Qué tal está la bastilla? ¿Se ve bien? ¿Es una prenda apropiada? y retroceden un paso.


De la misma manera al poner nuestra vida en perspectiva, retrocedemos un paso y miramos. La  práctica Zen es hacer esto. Desarrolla nuestra capacidad de retroceder un paso y mirar. Recurrimos a un ejemplo práctico, un pleito. 
La calidad sobresaliente  en cualquier pleito es la soberbia. Supongamos que estoy casada y que tengo un pleito con mi esposo; él ha hecho algo que no me gusta, tal vez ha gastado los ahorros de la familia en un auto nuevo, y yo creo que el auto que tenemos sirve. Y pienso-de hecho lo sé- que tengo la razón.
Estoy enojada , furiosa y quiero gritar. ¿Qué puedo hacer con mi enojo?  ¿Qué cosa de provecho puedo hacer con él? Primero, creo que es una buena idea retroceder un paso: hacer y decir lo menos posible. Mientras me alejo un poco, me puedo recordar a mi misma que lo que realmente  quiero ser es lo que podemos llamar un Recipiente Más Grande. (En otras palabras, que tengo que practicar mi RMG.) Hacer esto es entrar en otra dimensión: la dimensión espiritual, si tenemos que llamarlo de algún modo.


Extracto tomado de el libro El Zen de Cada Día de Charlotte Joko Beck.

09 febrero, 2012

En una Ermita de la Jungla

De cuando en cuando, el Maharishee me visita inesperadamente en la choza después de su comida del mediodía. aprovecho la oportunidad para importunarle con nuevas preguntas, a las que responde pacientemente con frases tersas y epigramáticas, formuladas en forma tan seca y cauta que rara vez son sentencias completas. pero una vez, al proponer yo un nuevo problema, no me responde si no que mira hacia afuera, hacia las colinas cubiertas por la jungla que se extiende hasta el horizonte, quedándose inmóvil. Pasan algunos minutos sin que se desvíe su mirada, como si se encontrara distante de aquí. No puedo saber si su atención se concentra en algún ente psíquico invisible lejos de nosotros, o si fija sus pensamientos en alguna preocupación interior.


Al principio me pregunto si me habrá oído, pero durante el tenso silencio subsiguiente siento mi incapacidad o la ausencia del deseo de romper el silencio, percibiendo al mismo tiempo una potente fuerza que sobrepasa mi inteligencia racionalista  y me llena de temor al punto de sentirme abrumado. Asombrado y todo llego a comprender que mis preguntas no son más que una tentativa de establecer un intercambio de ideas cuya extensión no tiene límites; en alguna parte de mí hay una fuente de certeza capaz de proporcionarme todas las aguas necesarias de verdad y por ello vale más de dejar de hacer preguntas y comprender las tremendas posibilidades de mi propia naturaleza espiritual. De modo que callo y espero.


Al visitarme otra vez me encuentra poseído en el pesimismo. Me habla de la gloriosa meta que espera el hombre si emprende el camino señalado por él.
-Pero Maharishee, ese sendero está lleno de dificultades y yo ¡tengo una conciencia tan profunda de mi propia debilidad!- me lamento.
-Ese es el método  más seguro para perjudicarse uno mismo -responde impávido- ; sobrecargar la mente con el miedo al fracaso y la idea de sus propias limitaciones. 
-Sin embargo, si es cierto que...-insisto.
-No es cierto. El erro más grande del hombre consiste en creer que es débil por naturaleza, malo de nacimiento. Todo hombre es divino y fuerte por si mismo.Lo débil y malvado en él son sus hábitos, sus deseos y sus pensamientos; pero no él mismo.


Sus palabras me hacen el efecto de un tónico vigorizador.


Extracto tomado del libro La India Secreta de Paul Brunton 


    

02 febrero, 2012

La Pratica



LO QUE NO ES LA PRACTICA


La práctica de la meditación no sirve para producir un cambio psicológico.Si practicamos con inteligencia, el cambio psicológico se producirá. No lo estoy poniendo en duda, si no al contrario, es algo maravilloso. Lo que quiero decir es que el objetivo de la práctica no es producir un cambio.
La práctica tampoco ofrece un conocimiento intelectual de la naturaleza física de la realidad ni de los elementos constitutivos del universo o de sus funcionamiento. No obstante, también en este caso la práctica seria, nos proporcionará ciertos conocimientos sobre tales asuntos. Pero esa no es la práctica.


La práctica no tiene por objeto alcanzar un estado de bienaventuranza. No nos hace posible tener visiones. No ofrece luces blancas (o rosas o azules). Todo esto puede ocurrir, y si nos sentamos el tiempo suficiente es posible que ocurra. Pero eso no es lo que se pretende lograr con  la práctica.
La práctica no tiene que ver con poseer o cultivar poderes especiales. Existen muchos, y todos somos dueños de algunos en forma natural; hay personas que poseen más que otras y por supuesto no constituyen el propósito de la práctica.


La práctica no consiste en crear sentimientos agradables o de felicidad. No tiene que ver con sentirse bien, como algo opuesto a sentirse mal. No es un intento de ser alguien especial o de sentirse especial. El resultado de la práctica, o la meta de la práctica, o el propósito de la práctica no es estar siempre tranquilo y sosegado. Lo digo de nuevo: Después de años de práctica, tendemos a ser todo esto cada vez más, pero ese no es el propósito.
La práctica no se propone dotarnos de un estado físico carente de enfermedades, penurias y padecimientos. El acto de sentarse tiende a producir beneficios en la salud de mucha gente, aunque durante la práctica puede haber meses e incluso años de salud desastrosa. Pero insisto:  buscar la salud perfecta no es la meta, aunque seguramente con el tiempo ocurrirá  efectos benéficos para la salud de la mayoría de los que practican. Sin embargo, nada garantiza que tenga que ser así.


  La práctica no pretende llegar a un estado de omnisciencia según una persona sabe todo acerca de de todo, un estado en el cual una persona tiene autoridad sobre todos y cada uno de los problemas del mundo.  Quizá brinde un poco más de mayor claridad sobre tales asuntos, pero se sabe que aún la gente lista hace y dice cosas tontas. Así pues la omnisciencia tampoco es el propósito de la práctica.
La práctica no tiende a que seamos espirituales , al menos en el sentido común de la palabra. No tiende a que seamos nada en especial. A menos de que se crea que es imposible alcanzar la espiritualidad , este podría ser un propósito atractivo y dañino.


La práctica no sirve para reafirmar cualidades y eliminar los así llamados defectos. Nadie es bueno o malo. La práctica no es una lucha por ser bueno. Ese tipo de instrucción es una forma sutil de competencia. Podríamos continuar con una lista interminable. Todos los que siguen la práctica tienen algunas de estas ideas falsas. Todos esperamos cambiar, llegar a algún lado. Ese es el error básico. Basta analizar ese deseo para que empiece a aclararse, lo que termina por beneficiar a la práctica.
Comprendemos que nuestro desesperado estado por mejorar, por llegar a algún lado, es una ilusión y constituye la fuente de nuestros sufrimientos.
Si nuestro barco lleno de esperanzas, de ilusiones y ambiciones (llegar a algún lado) naufragara, ¿de que nos serviría? ¿Quiénes somos? ¿Qué podemos lograr en nuestra vida? ¿Qué es la práctica?.


El Zen de Cada Día  Amor y Trabajo.- Charlotte Joko Beck.